Y llegar hasta allí me proporciono la serenidad que necesitaba.
Desate mis zapatos y con ellos en la mano comencé a vagar por aquella playa.
El ruido de esas olas y las caricias de la arena acogiendo mis pies, se convirtieron en ese mágico sedante que mi cuerpo y mi mente buscaban.
Comenzar por el final era una buena forma de asimilar, el caos que de pronto me alcanzaba de lleno.
Un final irrevocable, y con tremendas consecuencias, de las que yo y solamente yo me había convertido en la responsable y defensora acérrima, desde aquel momento.
Recordarlo aún me provocaba tal sequedad de garganta que en ocasiones me impedía hasta respirar.
Ese temido NO PUEDO! Que vi en su cara, solo fue el preludio a la reacción que siguió cuando verificaste que efectivamente estaba dentro de mí y creciendo.
Y aunque en mi interior lo sabía, hoy aún sigue clavándose en mis entrañas destrozando a su paso alma y corazón, sin reconstrucción posible.
Un latido, ese pequeño e insignificante latido en aquel monitor, convirtió de repente noches de caricias y entrega, en un miedo atroz que caló tan dentro en ti que en su defecto me devolviste tu indiferencia en un principio y tu abandono como final.
Después, como tantas veces que volvía a caer en la desesperación, recordaba lo que había en mi bolsillo y sacándolo de nuevo contemplaba aquella imagen.
Una vez más me había dejado llevar por cosas que solo demostraron ser pasajeras, cuando lo importante y duradero hasta mi muerte estaba frente a mí, en aquel papel.
Su latido aun tenue, se haría fuerte en el nido que le brindaba y solo él, aun con su tamaño, sería capaz de reconstruir cada pedazo que ahora se derrumbaba.
Ese aleteo en su interior, crecía "pensó tocando su vientre" esas pequeñas alas de mariposa me recordaban que no era cierto que estuviera sola.
Sonreí, ahora sí que lo demás ya no importaba.
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